Saturday, January 02, 2010

genealogía de mis hijos, para que sabiendo un poco de dónde vienen sepan un poco adónde van

cerca y lejos


Genealogías para mis hijos.
mario paz; diciembre de 2009 en buenos aires mis aires.


Franklin Paz (+1875, -1962) y Catalina Chaudón (+1890, -1970) engendraron a Raúl Ramón Paz (+1925, -2000), Raúl Ramón Paz Chaudón y Sara Socorro Castillo Espósito (+1924, -1997) engendraron a Mario Raúl Paz Castillo (+1952), Mario Raúl Paz Castillo y Mónica Maier Levy (+1958) engendraron a MARÍA JIMENA PAZ MAIER (+1976).
Observación: Liborio Castillo (+1880, -1982) e Isabel Espósito (+1900, -1975) engendraron a Sara Socorro Castillo Espósito.
Hilmar Maier (SIN DATOS) e Inés Levy (SIN DATOS) engendraron a Mónica Maier Levy.

Franklin Paz (+1875, -1962) y Catalina Chaudón (+1890, -1970) engendraron a Raúl Ramón Paz (+1925, -2000), Raúl Ramón Paz Chaudón y Sara Socorro Castillo Espósito (+1924, -1997) engendraron a Mario Raúl Paz Castillo (+1952), Mario Raúl Paz Castillo y Mónica Maier Levy (+1958) engendraron a MARÍA BELÉN PAZ MAIER (+1980).
Observación: Liborio Castillo (+1880, -1982) e Isabel Espósito (+1900, -1975) engendraron a Sara Socorro Castillo Espósito.
Hilmar Maier (SIN DATOS) e Inés Levy (SIN DATOS) engendraron a Mónica Maier Levy.


Franklin Paz (+1875, -1962) y Catalina Chaudón (+1890, -1970) engendraron a Raúl Ramón Paz (+1925, -2000), Raúl Ramón Paz Chaudón y Sara Socorro Castillo Espósito (+1924, -1997) engendraron a Mario Raúl Paz Castillo (+1952), Mario Raúl Paz Castillo y Judith Abigail Scool (+1968) engendraron a JUAN CRUZ PAZ SCOOL (+1995).
Observación: Liborio Castillo (+1880, -1982) e Isabel Espósito (+1900, -1975) engendraron a Sara Socorro Castillo Espósito.
Humberto Scool (SIN DATOS) y Rosa Arce (SIN DATOS) engendraron a Judith Abigail Scool Arce.



Franklin Paz (+1875, -1962) y Catalina Chaudón (+1890, -1970) engendraron a Raúl Ramón Paz (+1925, -2000), Raúl Ramón Paz Chaudón y Sara Socorro Castillo Espósito (+1924, -1997) engendraron a Mario Raúl Paz Castillo (+1952), Mario Raúl Paz Castillo y Judith Abigail Scool (+1968) engendraron a MARIO RAÚL PAZ SCOOL (+1999).
Observación: Liborio Castillo (+1880, -1982) e Isabel Espósito (+1900, -1975) engendraron a Sara Socorro Castillo Espósito.
Humberto Scool (SIN DATOS) y Rosa Arce (SIN DATOS) engendraron a Judith Abigail Scool Arce.


Por los cuentos familiares se sabe que Franklin Paz (+1875, -1962) fue un criollo bien criollazo que vivió en el chaco de Santiago del Estero, en los últimos años del siglo XIX, donde fue muy común hasta aproximadamente los años veinte del siglo XX la explotación (depredación) del quebracho colorado que se utilizaba para la fabricación de listones que luego se manipulaban como durmientes para realizar los trabajos en el ferrocarril que desde el principio fue diseñado para recorrer a lo largo y muy poco transversalmente el territorio argentino, trabajos en rieles, trabajos de mantenimiento, trabajo para conseguir el material rodante de pasajeros y de cargas que fueron un medio de transporte muy utilizado durante la primera mitad del siglo XX, y etcétera. Franklin era un tipo alto (¿1,8 metros más o menos?) bien parecido y de contextura fuerte aunque yo lo conocí viejo y con los achaques encima, usaba anteojos muy pequeños redondos y en los años cincuenta estaba enfermo (más de viejo que de enfermedades conocidas y de las cuales en realidad no tomé conciencia ni pregunté después) y no conversaba demasiado con los que lo rodeaban, más bien parecía que andaba maldiciendo y gruñendo por lo bajo, ahora recién lo pienso (creo que debo haber tenido 6 o 7 años cuando lo vi porque en esos tiempos se sacaban fotos familiares en las que “entraban” todos) de vaya a saber qué cosas difíciles, posiblemente de esas que la vida muestra muy seguido en el final de la carrera. Era un patriarca bien de su época, lo que quería decir que no se ocupaba de nada más que de sus asuntos o de los asuntos relacionados con las finanzas de la casa o con la parte que le tocaba a él porque de los siete hijos que tuvo con Catalina (Alba, Franklin, Olga, Oscar, Mario, Raúl (mi papá), Elsa) por lo menos cinco ya estaban independizados en las décadas del cincuenta y sesenta, era muy varoncito y tenía a los trotes a las mujeres de la familia que para eso estaban, entre ellas a Catalina su mujer y las hijas Olga, Elsa y Alba. Por los cuentos familiares, que son solamente eso por lo que se puede deducir de papeles que nunca se vieron, que tal vez sean o tal vez no, tenía algún sustento la conclusión que era descendiente de José María Paz un general argentino conocido como el manco y que falleció en 1854, este general era cordobés pero en sus primeros años estuvo ligado a la vida Santiagueña porque estuvo internado en el seminario de Loreto, en el límite con Atamiski, Salavina, y otras poblaciones en las que había explotaciones del quebracho y donde es evidente deben haber vivido también los ancestros inmediatos del mismo Franklin. Es probable que Franklin Paz haya sido hijo de un hijo o sobrino del General cuyo apellido materno era Haedo. Porque José María Paz estuvo casado con una sobrina de nombre Margarita Weild con quien tuvo nueve hijos de los cuales terminaron muriendo seis muy jóvenes, pero pensado de otra manera es improbable una relación de Franklin Paz con esta línea porque el General terminó sus días más por Buenos Aires que por el mismo Córdoba adonde hoy están sus restos según los historiadores, salvo algún desliz de juventud de proyecto de general que en la época eran bastante comunes, como ahora, con la diferencia que antes los tipos se hacían cargo y para distinguirlos de los hijos reconocidos a los descendientes en esta línea se los llamaba entenados. Puede ser también que la ascendencia familiar de los Paz pueda encontrarse por el lado de un primo del militar, de un tío, un medio hermano o entenado como se decía por esa época a los hijos extramatrimoniales, y que por algunos motivos tampoco quedaban registrados en la tradición familiar de la que se los excluía a propósito o se los incorporaba con derechos y deberes parecidos a los de los demás hijos, hayan vivido por la zona de Santiago del Estero o San Miguel de Tucumán. Franklin Paz tuvo una propiedad en la calle La Plata (al 200) de la capital santiagueña, también por historias familiares se supo que muchas de sus adquisiciones materiales, como esa, las había conseguido con el fruto de su trabajo como capataz de desmontes, y también en mesas de juego porque parece que al viejo que habrá sido joven alguna vez como también niño como cualquiera, le gustaba la timba y la timba fuerte como en esa época como en todas las épocas. Estos datos los aportó el tío Mario (+1920, - 2002) que guardaba recuerdos de haber acompañado desde muy pequeño a su padre que se desplazaba en lujosos carruajes o sulquis y que mientras estaban juntos le enseñaba las buenas maneras del trato con las personas fueran de la clase que fueran.
Catalina Chaudón era la hija, nunca pude saber ni tampoco pregunté, si la única o una entre varios hermanos, de unos inmigrantes franceses – probablemente escapando de la primera Guerra Mundial - que vinieron a Argentina en la época de construcción y extensión del ferrocarril cuando lo administraban los ingleses en sociedad con los franceses, y este medio de transporte era el corazón de buena parte del desarrollo y el crecimiento de Argentina, o el propulsor principal del movimiento económico y social de vastas zonas del territorio. Catalina era una mujer que evidentemente debe haber sido bella cuando joven, de ojos claros y una figura altiva no arrogante, más esbelta que altanera en el sentido de airosa que en los años de la década del sesenta se paseaba silenciosa por la casa de calle La Plata encamisada en esos batones de entre casa que todavía hoy algunas mujeres se ponen cuando andan por la casa y con esas tareas difíciles de lavar, planchar, cocinar, que por los años cincuenta o sesenta del siglo pasado eran bastante pesadas (la última vez que la vi yo debo haber tenido diecisiete dieciocho años), por lo menos es lo que recuerdo, de entonces cuando repasando a la distancia pude darme cuenta que hubo un “quiebre” importante en las formas de hacer esas tareas gracias a los inventos que por esos años las modificaron o las cambiaron para siempre, como el de la cocina a combustible líquido o en gas que reemplazaba la cocina a leña o a carbón, el lavarropas semiautomático, y algunos otros como la plancha por ejemplo que pasó de ser un recipiente que se llenaba con carbón encendido a un dispositivo que se calentaba por corriente eléctrica. Catalina Chaudón fue ama de casa en el sentido preciso de la palabra, toda su vida estuvo dedicada a llevar sus roles de esposa y de madre de siete hijos entre las cuales estaban las mujeres mencionadas antes y entre los varones Mario, Franklin (le decían Nene), Oscar (le decían Chito) y Raúl (le decían Pila, mi inolvidable papá) que con Elsa hacían la suma de dos que eran los últimos que habían llegado a la familia. No se pudo establecer nunca, y tampoco lo profundicé, si Catalina tuvo parientes de ramas cercanas en Argentina, probablemente los haya tenido, y seguro que debe haber algún vestigio de su familia en algunas zonas de Francia. Murió luego de un largo proceso de deterioro cerebral que se le manifestaba como un espantoso delirium tremens, una manifestación dolorosa para quienes la cuidaban porque decía iniquidades a cualquiera, malas palabras, insultos, improperios que por ratos parecían que provenían más de la boca del diablo que de la de una señora recatada, porque en su gran mayoría tenían que ver con cuestiones sexuales y obscenidades muy jugadas.
Yo pude conocerlos, a Catalina y a Franklin, en Santiago del Estero en la calle de La Plata, muy poco durante un período que fue desde más o menos el año sesenta hasta el setenta y seis, a partir del cual se hizo muy difícil el viaje desde Jujuy adonde vivíamos y hasta ahí, por lo que llamaban el proceso de reorganización nacional que por entonces yo no entendía lo que era pero después pude saber que no era ni más ni menos que los militares controlando todo sobre las vidas de las personas, especialmente en la zona de San Miguel de Tucumán, en la que organizaciones como el ERP o Los montoneros intentaban de todo para penetrar un sistema que no los aceptaba y que definitivamente nunca los aceptó, por lo menos las personas más comunes y humildes, no los querían. A mis abuelos paternos los conocí en ocasión que convocaron a una foto familiar que se llegó a sacar por el año 1959 o 1960 no recuerdo muy bien, y para lo que hubo que ponerse de acuerdo entre todos, dar y ceder posiciones encontradas, de amores y de odios, diatribas que por esa época yo no sabía siquiera qué significaban, pero que un poco significaban peleas y discusiones entre gente de la misma familia. Pero lo que sí recuerdo son detalles de semejante despliegue que significaba poner de acuerdo a tanta gente (cerca de setenta personas) para una foto familiar, a ese entramado de primos, cuñados y cuñadas, hermanos de sangre y políticos, suegros, yernos y nueras, etcétera, etcétera, que con su mejores galas quedaron inmortalizadas en el recuerdo de una foto que la verdad no sé si alguien guardará todavía, porque difusamente tengo el recuerdo que a mi madre no le conjugaban esos verbos familiares entonces en nuestra casa y por lo menos públicamente no estuvo nunca esa foto. O más que eso lo que recuerdo haber vivido es esa compleja inexpugnable construcción de sonrisas simpatías broncas e impotencias que terminaban en ese par de días que duró toda la ceremonia, una eternidad para ciertos rencores o enfrentamientos familiares, en reuniones parciales y sesgadas de no más de seis o siete personas, en los mil rincones de una casa que a mí me parecía inmensa, como mis mayores a los que no los pasaba siquiera de la cintura, y entre las cuales habría alguno perjudicado y algún otro consolando o recomponiendo relaciones desgastadas o descontroladas. Recuerdo la casa grande de los abuelos, una construcción importante, amplia de techos elevados y puertas anchas y altas, los dos o tres patios internos, los dormitorios impenetrables de los viejos, los otros dormitorios en los que podíamos andar jugando con los primos u otros niños que anduvieran ocasionalmente por esos días. Recuerdo una cocina amplia, tan amplia que había lugar para una mesa grande alrededor de la cual por lo menos se sentaban diez personas a tomar mates y a charlar, y aún hoy retengo el recuerdo del olor del carbón prendido y quemado. Recuerdo a mis primos hermanos, o por lo menos a algunos al gordo (Luis Alberto) y a María Pía De la Rúa Paz (decían que eran parientes del De la Rúa que fue presidente), a Dito hermano de Eva, Chiqui y Adriana, todos hijos del Tío Nene y de la Tía Pelada, a Oqui (por Oscar) el hijo mayor del tío Chito, el negro (Oscar chico), la gorda (Olga) y Dita que era una de mis primas que tenía parálisis infantil, una parálisis sobre la cual aparentemente no se podía preguntar por entonces. De todos ellos debe haber ramas familiares en Santiago del Estero Capital. Los otros primos, Pico (José María) y Estela eran de Ledesma de donde éramos nosotros también. De esta rama de los Paz nunca hubo herencia de bienes materiales o valores que me dejara mi padre, lo cuento sólo para que quienes lean sepan de la novedad porque tampoco les estoy dejando nada a mis propios hijos que espero que comprendan que es mejor pasar por esta vida un poco liviano de cargamentos, a mi padre “parece”, le regalaron un viejo y herrumbrado revolver tipo colt cuarenta y cinco que había pertenecido al abuelo en sus épocas de capataz de campo.

Liborio Castillo fue mi abuelo materno y de él sí que me acuerdo porque tuve la posibilidad de conocerlo y de disfrutar de su compañía hasta bien entrada mi juventud, esto es hasta más o menos los veintidós años. Para los registros de la herencia genética, Liborio murió apenas pasados los cien años, casi de muerte natural y con todo su físico venido a menos más por los años que por enfermedades evidentes, pero más que conservado teniendo en cuenta una vida que no debe haber sido ni fácil ni placentera porque estaba hecho casi por su cuenta porque no contaba con familia directa y tuvo trabajos que en sus épocas no eran fáciles como el de comisario en toda la zona de Rosario de Lerma y los pueblitos que hoy están ubicados cerca del dique Cabra Corral, en el Valle Salteño. Según deduzco de algunas de su débiles versiones, era hijo natural –entenado- no sé si de José Evaristo o de José Félix (hijo de Evaristo) de Uriburo, ambos militares que se distinguieron en el nivel nacional, incluso el segundo como presidente argentino, hay versiones familiares (puteríos) que indican que tuvo alguna amistad o amorío con una Uriburo que en algún momento le quiso ceder en vida algunas tierras en una zona que hoy por hoy es rica en muchos aspectos, como para la agricultura, o el turismo por ejemplo, y que él no aceptó vaya a saber porqué, la cuestión que probablemente por esto y por los ahorros que pueda haber podido hacer durante su larga vida es que terminó de propietario de dos parcelas en la ciudad muy bien ubicadas ya en la época que yo las conocí, fines del cincuenta principios de los sesenta, de la que más me acuerdo porque viví allí es de Pueyrredón 952 en donde había una casa bastante importante de unos ocho metros de frente y unos cincuenta metros de fondo que entiendo que por los años noventa los que heredaron (entre los cuales yo no estuve, porque mi madre igual que mi padre había cedido a favor de sus hermanos) vendieron seguramente a buen precio no sé a quién, de la otras lo que más recuerdo es que está en la calle Alsina debes ser una altura del cuatrocientos o una referencia es que es a unas cuatro cuadras de Virrey Toledo la avenida importante de la ciudad, tampoco los hijo de Raúl y Sara heredamos nada de esto que creo sigue siendo una propiedad de los que son de la familia y dueños. En esto están involucrado un tío abuelo de Uds. Carlos Castillo (hermano de Sara la abuela y que eran cinco: Sara, Rubén, Marta, Carlos e Isabel) y los primos directos César, el Colo y Martín los tres hijos de la Tía Negra (Isabel, fallecida en 1999) y de Carlos Barrios. Volviendo al abuelo Liborio, Liborionauta como le puse en uno de mis escritos) era un hombre menudo (medía más o menos 1,6 y pesaría unos setenta kilos) que no perdía la compostura ni la elegancia así a los ojos de nosotros que lo observábamos su ropa estuviera un poco pasada de moda o ajada, siempre vestía traje negro camisa blanca y corbata negra y no se olvidaba nunca el remate de un sombrero negro que en su época distinguía al caballero de los demás individuos de la plebe, en una sociedad rígida como era la sociedad salteña de aquellos años. Yo lo visitaba con cierta periodicidad tipo doce del mediodía y me quedaba conversando con él un par de horas que mucho aprovechaba apuntando retazos de historias leyendas o fábulas que me contaba, en verano a la sombra de una inmensa y fructífera higuera que daba unos frutos inmensos y carnosos con los cuales yo me atragantaba, de esa época es que tengo una fijación que seguramente me estigmatizará hasta que me muera, donde veo un higo me paro y lo compro o lo pruebo, de cualquier manera fresco, podrido, desecado, y en invierno en la intimidad austera, monacal, medio sombría y mágica de su dormitorio que concentraba todo o casi todo, porque en el mismo cuarto cocinaba comía y tenía el viejo su despensa. Todo en ese ambiente preservaba sus maneras y forma de ser, incluso una botella con agua que ubicaba sin olvidarse en el piso apuntando al mismo centro de su cama, una ceremonia cuya explicación me dio cuando le pregunté los motivos diciéndome que le servía para varias cuestiones como la de mantener en calma a los espíritus de los que ya no estaban como la de nutrirse de una energía que provenía del más allá y que por lo que él contaba le hacía más que bien. Lo que más atesoré de mi abuelo Liborio fueron las interesantes historias que contaba de su juventud y para la época en que en la Argentina se festejó el centenario de esta patria vapuleada que tenemos, como parte del personal de policía, y comprometido seguramente por autoridades locales, él había viajado con un contingente de policía y civiles, gauchos especialmente, que desfilaron en Avenida de Mayo ante la infanta regordeta y atrevida venida desde España. Hay un cuento mío sobre esto que se llama “El hilo blanco de la luna negra”. También disfrutaba cuando veía que mi abuela retornaba todos los días desde el mercado al que iba temprano en las mañanas, nunca pude saber muy bien a qué, pero seguramente a tomarse unas copas con los amigos y conocidos. Cada día salía y llegaba orgullosamente montado en una bicicleta tipo inglesa, una bicicleta negra y resistente que era su vehículo más preciado. No estuve cerca de él cuando partió, pensándolo ahora tal vez no quise estarlo, pero no me arrepiento porque conservo, y me ayuda seguramente en muchas ocasiones, el recuerdo de su vitalidad las ganas de vivir su altivez y su prestancia que conservó hasta el final, porque aún con el natural debilitamiento de su físico (se le cayeron los párpados por lo menos) se mantenía entusiasmado con todo y por todo. No se lo pregunté, pero creo que mi abuelo Liborio tenía un secreto que le sirvió para vivir unos años más de los que hubiera vivido de otra manera, y es que en sus últimos cuarenta años (más o menos desde los cincuenta) se había aislado de los parientes hasta de los más cercano, no estaba peleado porque de hecho los visitaba, pero no convivía con ellos no compartía su cotidianidad, probablemente eso le haya disminuido preocupaciones y mala sangre.

A Isabel, mi abuela materna, también la conocí bastante, estuve ligado a ella muy intensamente más de dos pares de años entre el sesenta y nueve (año en que comencé la universidad, en realidad mil novecientos setenta) y el setenta y cinco año en el que murió (exactamente no me acuerdo), menos cuando falleció porque yo estaba en Ledesma (Jujuy) y ella en la ciudad de Salta, una noche si mal no recuerdo de enero del setenta y cinco, cuando dejó de existir después de un infarto, desperfecto genético que portamos por parte de los Castillo y que deben tener en cuenta en algunos momentos de sus vidas, porque después de mi abuela y por el mismo motivo fallecieron mi tío Rubén, mi madre Sara y mi tía Negra en ese orden. Isabel fue una tipa bastante piola, educada con los cánones machistas de principios del siglo veinte según los cuales ella se ocupaba de la casa y de los hijos mientras el marido Liborio se ocupaba de arrimar recursos y supongo que a descansar de las responsabilidades como lo comentaba anteriormente. Era callada, risueña, sufrida no se quejaba de nada, de andar con dificultad entiendo ahora porque era un poco gordita y probablemente esto y los años hayan influido en eso, aunque ahora también pienso que sobre los rasgos de su carácter también haya sido determinante su condición de hija de españoles originales que esta era la genealogía que por ella tuvimos y tendremos así sigan pasando los años. Nos cuidaba, a mí y a mi hermano Carlos Marcelo Ramón Paz (+1954) durante nuestros primeros años de universidad, nos hacía comidas suculentas y ricas, además de la leche cuajada (cuando no había yogures) y de las empanadas que hacía ayudada por mi tío Rubén que era él el que más se ocupaba de esta comida y de un locro que comíamos bastante seguido y que tampoco puedo olvidar, como los quesillos que mi tía Marta compraba a una señora que bajaba de los cerros montada en un burrito todos los sábados y dejaba además tamales, humitas, y otras comidas cuyos olores y sabores quedaron guardados en mi memoria como si fuera en un disco rígido, y me arrepiento de no haberme interesado entonces en preguntar de secretos y recetas de comidas que se van perdiendo con el paso del tiempo. Isabel se ocupaba también de que estuviéramos aseados y limpios, de enseñarnos algunos principios de buen comportamiento y otras maneras que me parece que mi madre le pedía expresamente y que además retribuía con algún dinero tipo pensión. Al lado de ella pasé años felices, disfrutando de las granadas que daba un añoso árbol que había en el patio y del programa La tuerca en años en que la televisión era casi un lujo cuando uno era de clase media, tiritando en un comedor abierto en invierno y aprovechando el aire fresco que hay en el verano seco de Salta en el mismo comedor, del que disparábamos para refugiarnos cerca de la cocina a leña en los días de inviernos fríos, o quedándonos para sentir el aire fresco en siestas calurosas en veranos intensos.

Esta es una actualización terminada el 29 de diciembre de 2009.

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2010

cuentos del abuelo que no son más que cuentos que se van copiando a lo largo del tiempo

MIAMI.- Uno tiende a pensar que las canciones infantiles no son otra cosa que tradición oral de origen incierto, convertida en dominio público y, como consecuencia, creaciones exentas de todo reclamo propietario.



"Sobre el puente de Avignon", por ejemplo, es una canción francesa del siglo XV y alude al famoso puente medieval de Saint-Benézet, que se extendía sobre el Ródano. Y "Mambrú se fue a la guerra" fue compuesta en 1709, tras la Batalla de Malplaquet, donde Gran Bretaña y Francia se enfrentaron para dirimir la sucesión española. El Mambrú en cuestión era el duque de Marlborough, a quien los franceses creían muerto.



Pero nadie conoce la identidad de sus creadores y en algunos casos, como el de Mambrú, se sospecha que se trata de una melodía originalmente árabe, que llegó a Francia con las cruzadas.



No es el caso de "Happy Birthday To You" ("Feliz cumpleaños"), considerada por el libro Guinness de récords la canción más popular del mundo, entonada en los más variados niveles de disonancia y en una multitud de lenguas en aniversarios de bebes, adultos y ancianos, incluida en cajas de música, teléfonos celulares y tarjetas de aniversario, llevada al espacio como uno de los testimonios de la cultura del planeta Tierra y memorablemente cantada por Marilyn Monroe el 19 de mayo de 1962 (78 días antes de su suicidio) a su amante, el presidente John F. Kennedy, en una celebración multitudinaria en el Madison Square Garden.



"Happy Birthday To You" no sólo tiene un origen comprobado, sino que además tiene dueño y copyright, y es objeto de una fascinante batalla legal por lo que podría representar unos 2.000.000 de dólares anuales en concepto de derechos de autor.



La historia comienza en 1893, cuando las hermanas Mildred y Patty Smith Hill, maestras jardineras de Kentucky, confeccionaron un libro titulado Cuentos cantados para el j ardín de infantes, que fue publicado por la editorial Clayton F. Summy Co., de Chicago.



La primera canción del libro se titulaba "Buenos días a todos", pero durante un cumpleaños del que las hermanas participaron, Patty sugirió cambiar la letra de la canción por "Happy Birthday To You", como una manera de homenajear a la niña que ese día celebraba su aniversario.



Esto es, en realidad, lo que se supone, porque no existe documentación que establezca que la letra de "Happy Birthday To You", de apenas cuatro líneas, sea efectivamente autoría de Patty Smith.



En marzo de 1924, un editor llamado Robert H. Coleman publicó una versión de "Buenos días a todos", que incorporaba la letra de "Happy Birthday" como alternativa. Con el advenimiento del cine y de la radio, la canción alcanzó una extraordinaria popularidad.



En 1931, fue incluida en el musical The Band Wagon , de George S. Kaufman y Howard Dietz, que protagonizaron Fred Astaire y su hermana, Adele, y dos años más tarde, cuando la Western Union lanzó su primer telegrama cantado, eligió "Happy Birthday To You" como su primera canción.



Fue, precisamente, en 1933, cuando Irving Berlin volvió a usar la canción en su comedia musical As Thousands Cheer ( Mientras miles vitorean ) que Jessica Hill, la tercera de las hermanas Hill, decidió emprender acciones legales.



Tras demostrar la similitud entre la canción original y "Happy Birthday To You", Jessica Hill logró que una corte la autorizara a registrar la nueva versión, que obtuvo un copyright en 1934.



La compañía Summy de Chicago publicó la canción en 1935. Según la legislación en vigor, los derechos debían expirar en 28 años, pero el acta del derecho de autor sancionada en 1976 los extendió hasta 2010. Y en 1998, a propósito de una disputa en torno de una canción de Sonny Bono, la Corte Suprema norteamericana añadió 20 años más al derecho de autor, lo que prolongó el copyright sobre "Happy Birthday To You" hasta 2030.



Algunos expertos, como Robert Brauneis, de la Universidad George Washington, argumentan que si bien los méritos para registrar una canción popular son válidos, en el caso de "Happy Birthday To You", los argumentos se ven anulados por la inexistencia de pruebas fehacientes acerca de quién escribió la letra de la canción.



Si todo esto hace dudar al lector acerca de la conveniencia de cantar "Happy Birthday" la próxima vez que algún familiar cumpla años, a riesgo de que aparezca alguien de Sadaic a reclamar los royalties, tranquilícese. Las demandas sólo se aplican a la explotación comercial de la canción, no a las fiestas familiares.

(tradición conocida gracias a mario diament en una nación de 2009)

boludeces de humor negro que circulan

por el ciberespacio y por la calle

Hay un tipo gangoso sentado en un banco del Central Park de Nueva York,
en la noche de Nochebuena, cuando de pronto se acerca una dama y se
sienta a su lado. El tipo, que andaba solo, para romper el hielo le dice:
- ¡Ghola!
- ¡Ghola!
- ¿Ghos tanguien shos gangosa...?
- Shi.
- ¿Y haglás Eskañol?
- Shi.
- ¡Lo único que te jaltaria esh sher Arlgentina!
- Shi, shoy Arlgentina.
- ¡Uy! ¡Qué shuerte! ¡Yo tamguien shoy Arlgentino! Yo eskaba solo acá
shentado hoy que esh noche guena y jhusto akareciste vosh que tamguien
shos gangosa y Arlgentina. ¿Que te karece shi hacemos algo...?
- Gueno, ashi ninguno de los dosh she queda sholo.
Entonces se van los dos a cenar. Empiezan a charlar, a conocerse y se van
a pasar la Nochebuena en un Hotel. Se encaman, y luego de unas horas de
sexo, lujuria y placer se produce la siguiente conversación:
- Oguime, le dice la chica, tengho que confesharte algho.
- ¿Qué esh?
- Tengho Sida...
- ¡Ah...! ¡Güenísimo! ¡ ¡Yho tengho Pan Dulce!

ADN

ADN, los derechos y los ácidos. No sé mucho de los derechos a darse cuenta de que la privacidad es la privacidad y ninguna ley puede cambiar de una entidad de este tipo fuera de la condición humana, o la cosmética o la justificación de un derecho natural e inherente a lo esencial de nuestra más pura naturaleza, y que esto es como un apoyo a la vida antes de que otros principios, si uno trató de construir un sistema o establecer prioridad sobre lo que está aguas arriba o aguas abajo en este autodeterminada, y con independencia de tema o la implicación de otra u otras personas en esta iniciativa. Por supuesto, las líneas que marcan los espacios reales y virtuales en todo esto son muy indefinida ya veces hace que el avance hacia lo que aún no se sabe si se hiciese lo que con la eutanasia, o en un extremo opuesto a incurrir en errores extraordinarios como privar a alguien de libertad no recordar el número de identificación de la memoria o su look hippie de desgracia como lo fue para la Argentina en los años setenta. La intimidad es la intimidad y creo francamente que debemos estar de acuerdo - no palabrería - la mayoría de las personas que habitan este planeta, pero privacidad que no debe confundirse con el privado, como parte de nuestra personalidad es constitutiva, pero no es determinante de nuestra función social se despliega en una amplia gama de posibilidades, y luego sucede que alguien quiere meterse con nuestra privacidad sin una petición o similares , también puede ser individual más o menos dispuestos a compartir nuestra intimidad con uno u otro o directamente a no compartir. El que fue violada, sin duda, es herido en sustancia, sino la sociedad en su sistema como se señaló en ese caso a quien la lesión y, en general condenando la actitud, pero no heridos alivio al que sufre y en todo caso sólo contiene el enigma nunca es recuperada por el individual y así es como entrar en el gran área de gris que existe en esta materia que va del negro al blanco, ya la tercera, que, como grupo lo resolvemos nuestras lesiones socialmente con los que obtenemos asuma que sufrió una lesión en su intimidad somos que no participan, lo hacemos a veces y otras no ?, ¿cómo lo que otros entienden que debemos comprometernos con la privacidad de los demás, especialmente cuando la persona no solicita o cuando lo solicite expresamente, o si la persona no lo hace? ¿Por qué habría de lo que otros quieren ser y no es lo que debería ser? ¿Está bien que otra carga generacional se convierte en uno que pertenece a otra generación? ¿Hay alguien en el sistema con la capacidad de sopesar las decisiones íntimas no es socialmente perjudicial, ¿alguien puede obligar a otro para alterar las decisiones subjetivas? Aunque las costumbres argentinas como nos inclinamos a menudo para tomar el lugar de los dioses intimidad es la intimidad, y aunque se encuentran con la base para los que no se ve bien para obligar a alguien compulsivamente directa o indirectamente a someterse a las pruebas de ADN para determinar su por caso o formular objeciones si hay razones que podrían desencadenar acciones, para asegurarse de que la decisión de convertir esas características cualquiera de los términos de la ecuación esa es nuestra inherente e inviolable espléndida privacidad, o la totalidad de sus términos. En cuanto a la integridad, en su resolución y si las normas que puedan estar en ese sentido la estatura de su propia probidad es primero una decisión individual y la privación y si uno es conjunto y también con su entorno que no es perjudicial, no hay razón alguien puede reclamar el derecho a oponerse, porque de la misma manera que podría desafiar lo que creemos es posiblemente el otro, evidentemente, más de un lío armar estilo argentino con piquete y todo, y razones más legítimos distintos de los que se hicieron sobre si son incompatibles con ellos mismos, y mucho menos si éstos pertenecen al anuncio para la afiliación de uno mismo. ¿Cuántos ejemplos de problemas no resueltos en nuestra sociedad es sólo porque la gente elige para preservar su integridad? Debido a la dignidad, porque la vergüenza y la sobriedad son instintos independientes están en un nivel más alto que la evaluación externa de la honra o deshonra a sí mismo. ¿Es el voluntarismo honor individual una variable dependiente de otra u otras personas? Como el umbral de la identidad, es decir, antes mucho antes de la inexactitud probable de tercero para la medición de índices de audiencia muy personales y también por su forma de elección auto-mal es pre errores por proxy, tanto más si la información, comunicación o conocimiento se impregnan con un ácido rencor del árbitro.



























copiando del álbun de belén; museos

copiando del álbun de belén; museos
mario. judith. jimena y belén, ¿año 2008?

imagina un mundo sin zonceras

imagina un mundo sin zonceras
imagina un mundo sin egoísmo

copiando del álbum de belén; casa blanca

copiando del álbum de belén; casa blanca
ellla y sus compeñeras del nación, más que un par de potras

juan cruz y mario paz III (junior)

juan cruz y mario paz III (junior)
navegadores custodios; fútbol

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Inca Paz también puede ser este ¿no?, de mi vida si te interesa preguntá, y sino todo bien

candela y jimena

candela y jimena
chico y grande; libros

mario y pinky

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a la edad que tienen hoy juan y mario

juan cruz en san lorenzo donde lo bautizaron

juan cruz en san lorenzo donde lo bautizaron
con maría jimena

historia argentina contemporánea


Fernando Peña
29.03.2008
Cristina, mucho gusto. Mi nombre es Fernando Peña, soy actor, tengo 45 años y soy uruguayo. Peco de inocente si pienso que usted no me conoce, pero como realmente no lo sé, porque no me cabe duda que debe de estar muy ocupada últimamente trabajando para que este país salga adelante, cometo la formalidad de presentarme. Siempre pienso lo difícil que debe ser manejar un país... Yo seguramente trabajo menos de la mitad que usted y a veces me encuentro aturdido por el estrés y los problemas. Tengo un puñado de empleados, todos me facturan y yo pago IVA, le aclaro por las dudas, y eso a veces no me deja dormir porque ellos están a mi cargo. ¡Me imagino usted! Tantos millones de personas a su cargo, ¡qué lío, qué hastío! La verdad es que no me gustaría estar en sus zapatos. Aunque le confieso que me encanta travestirme, amo los tacos y algunos de sus zapatos son hermosísimos. La felicito por su gusto al vestirse.Mi vida transcurre de una manera bastante normal: trabajo en una radio de siete a diez de la mañana, después generalmente duermo hasta la una y almuerzo en mi casa. Tengo una empleada llamada María, que está conmigo hace quince años y me cocina casero y riquísimo, aunque veces por cuestiones laborales almuerzo afuera. Algunos días se me hacen más pesados porque tengo notas gráficas o televisivas o ensayos, pruebas de ropa, estudio el guión o preparo el programa para el día siguiente, pero por lo general no tengo una vida demasiado agitada. Mi celular suena mucho menos que el suyo, y todavía por suerte tengo uno solo. Pero le quiero contar algo que ocurrió el miércoles pasado. Es que desde entonces mi celular no deja de sonar: Telefe, Canal 13, Canal 26, diarios, revistas, Télam… De pronto todos quieren hablar conmigo. Siempre quieren hablar conmigo cuando soy nota, y soy nota cuando me pasa algo feo, algo malo. Cuando estoy por estrenar una obra de teatro –mañana, por ejemplo– nadie llama. Para eso nadie llama. Llaman cuando estoy por morirme, cuando hago algún “escándalo” o, en este caso, cuando fui palangana para los vómitos de Luis D’Elía. Es que D’Elía se siente mal. Se siente mal porque no es coherente, se siente mal porque no tiene paz. Alguien que verbaliza que quiere matar a todos los blancos, a todos los rubios, a todos los que viven donde él no vive, a todos lo que tienen plata, no puede tener paz, o tiene la paz de Mengele.Le cuento que todo empezó cuando llamé a la casa de D’Elía el miércoles porque quería hablar tranquilo con él por los episodios del martes: el golpe que le pegó a un señor en la plaza. Me atendió su hijo, aparentemente Luis no estaba. Le pregunté sencillamente qué le había parecido lo que pasó. Balbuceó cosas sin contenido ni compromiso y cortó. Al día siguiente insistí, ya que me parecía justo que se descargara el propio Luis. Me saludó con un “¿qué hacés, sorete?” y empezó a descomponerse y a vomitar, pobre Luis, no paraba de vomitar. ¡Vomitó tanto que pensé que se iba a morir! Estaba realmente muy mal, muy descompuesto. Le quise recordar el día en el que en el cine Metro, cuando Lanata presentó su película Deuda, él me quiso dar la mano y fui yo quien se negó. Me negué, Cristina, porque yo no le doy la mano a gente que no está bien parada, no es mi estilo. Para mí, no estar bien parado es no ser consecuente, no ser fiel. Acepto contradicciones, acepto enojos, peleas, puteadas, pero no tolero a las personas que se cruzan de vereda por algunos pesos. No comparto las ganas de matar. El odio profundo y arraigado tampoco. Las ganas de desunir, de embarullar y de confundir a la gente tampoco. Cuando me cortó diciéndome: “Chau, querido…”, enseguida empezaron los llamados, primero de mis amigos que me advertían que me iban a mandar a matar, que yo estaba loco, que cómo me iba a meter con ese tipo que está tan cerca de los Kirchner, que D’Elía tiene muuuucho poder, que es tremendamente peligroso. Entonces, por las dudas hablé con mi abogado. ¡Mi abogado me contestó que no había nada qué hacer porque el jefe de D’Elía es el ministro del Interior! Entonces sentí un poco de miedo. ¿Es así Cristina? Tranquilíceme y dígame que no, que Luis no trabaja para usted o para algún ministro. Pero, aun siendo así, mi miedo no es que D’Elía me mate, Cristina; mi miedo se basa en que lo anterior sea verdad. ¿Puede ser verdad que este hombre esté empleado para reprimir y contramarchar? ¿Para patotear? ¿Puede ser verdad? Ése es mi verdadero miedo. De todos modos lo dudo.Yo soy actor, no político ni periodista, y a veces, aunque no parezca, soy bastante ingenuo y estoy bastante desinformado. Toda la gente que me rodea, incluidos mis oyentes, que no son pocos, me dicen que sí, que es así. Eso me aterra. Vivir en un país de locos, de incoherentes, de patoteros. Me aterra estar en manos de retorcidos maquiavélicos que callan a los que opinamos diferente. Me aterra el subdesarrollo intelectual, el manejo sucio, la falta de democracia, eso me aterra Cristina. De todos modos, le repito, lo dudo.Pero por las dudas le pido que tenga usted mucho cuidado con este señor que odia a los que tienen plata, a los que tienen auto, a los blancos, a los que viven en zona norte. Cuídese usted también, le pido por favor, usted tiene plata, es blanca, tiene auto y vive en Olivos. A ver si este señor cambia de idea como es su costumbre y se le viene encima. Yo que usted me alejaría de él, no lo tendría sentado atrás en sus actos, ni me reuniría tan seguido con él. De todas maneras, usted sabe lo que hace, no tengo dudas. No pierdo las esperanzas, quiero creer que vivo en un país serio donde se respeta al ciudadano y no se lo corre con otros ciudadanos a sueldo; quiero creer que el dinero se está usando bien, que lo del campo se va a solucionar, que podré volver a ir a Córdoba, a Entre Ríos, a cualquier provincia en auto, en avión, a mi país, el Uruguay… por tierra algún día también.Quiero creer que pronto la Argentina, además de los cuatro climas, Fangio, Maradona y Monzón, va a ser una tierra fértil, el granero del mundo que alguna vez supo ser, que funcionará todo como corresponde, que se podrá sacar un DNI y un pasaporte en menos de un mes, que tendremos una policía seria y responsable, que habrá educación, salud, piripipí piripipí piripipí, y todo lo que usted ya sabe que necesita un país serio. No me cabe duda de que usted lo logrará. También quiero creer que la gente, incluso mis oyentes, hablan pavadas y que Luis D’Elía es un señor apasionado, sanguíneo, al que a veces, como dijo en C5N, se le suelta la cadena. Esa nota la vio, ¿no? Quiero creer, Cristina, que Luis es solamente un loco lindo que a veces se va de boca como todos. Quiero creer que es tan justiciero que en su afán por imponer justicia social se desborda y se desboca. Quiero creer que nunca va a matar a alguien y que es un buen hombre. Quiero creer que ni usted ni nadie le pagan un centavo. Quiero creer que usted le perdona todo porque le tiene estima. Quiero creer que somos latinos y por eso un tanto irreverentes, a veces también agresivos y autoritarios. Quiero creer que D’Elía no me odia y que, la próxima vez que me lo cruce en un cine o donde sea, me haya demostrado que es un hombre coherente, trabajador decente con sueldo en blanco y buenas intenciones.Cuando todo eso suceda, le daré la mano a D’Elía y gritaré: “Viva Cristina”… Cuántas ganas tengo de que todo eso suceda. ¿Estaré pecando de inocente e ingenuo otra vez? Espero que no. La saluda cordialmente,Fernando Peña

mario y pinky

mario y pinky
juan y mario

Inca Paz puede ser éste que nunca pertenecería a carta abierta

Inca Paz puede ser éste que nunca pertenecería a carta abierta
bien abierta, de tipos cerrados muy cerrados

para la memoria y la libertad - ni una palabra más

Es habitual en los últimos tiempos encontrarse con intelectuales y artistas (y también con periodistas)que se dicen cansados de un periodismo crítico de los Kirchner. "Todos se han puesto de acuerdo para hablar mal del Gobierno", se escuchó decir hace poco a un reconocido escritor argentino. ¿Por qué no se cansaron cuando los periodistas criticábamos a Carlos Menem, a Fernando de la Rúa, a Eduardo Duhalde y hasta a Raúl Alfonsín mismo, aunque en este último caso prevaleció siempre, es cierto, el natural cuidado de una democracia recién nacida? En realidad, aquellos fatigados confunden cansancio con coincidencia. Ellos están -y es su derecho- muy cerca del discurso del kirchnerismo, aun cuando les sea difícil unir discurso y realidad, a veces tan divorciados.
El problema no pasaría de ser un duelo inconcluso entre extenuados y resistentes si la solución que se ofrece no fuera extremadamente peligrosa. Lo que agota, dicen, es la opinión.
El periodismo debería limitarse a ser un transportador de informaciones asépticas y un comunicador de posiciones antagónicas con preponderancia de las oficiales, porque el Gobierno tiene la responsabilidad de conducir la nación política. Eso es lo que proponen. En castellano simple y directo: lo que buscan es un periodismo pasteurizado, integrado por mecanógrafos o relatores que deberían limitarse a contar una realidad compleja, impetuosa y cambiante. Imposible de digerir fácilmente, por lo tanto, para el ciudadano preocupado por las cosas rutinarias de su vida.
La primera contradicción surge cuando ninguno de aquellos fatigados alude a las opiniones que florecen en los huertos del kirchnerismo. Ministros, legisladores, periodistas amigos y hasta la Presidenta suelen opinar (¡y cómo!) sobre todo lo que les es adverso. Es, entonces, la opinión del periodismo independiente (sí, independiente) lo que cansa y estaría de más.
Resulta, sin embargo, que no hay una fórmula verdadera para el periodismo que no incluya su función crítica del poder. Un periodismo acrítico, esterilizado y descolorido no tiene ninguna razón para existir. Su posición crítica debe incluir, desde ya, a la oposición, en tanto ésta forma parte del poder actual o del poder futuro. Pero su función crítica (desde la opinión o desde la investigación) debe abarcar sobre todo al poder que gobierna la contingencia. La publicidad de los actos de gobierno corre por cuenta de los funcionarios y de los enormes recursos estatales para promocionarlos, distribuidos arbitrariamente en el caso que nos ocupa.
Un medio periodístico debe incluir también en sus páginas o en sus espacios la opinión (con la condición de que sea seria y responsable) de los que no coinciden con el punto de vista de ese medio de comunicación. La Nacion lo ha hecho hasta cuando se dio el debate por la nueva ley de medios: convocó a sus páginas a políticos e intelectuales que no coincidían con la posición editorial del diario. Es la obligación del periodismo. Pero el medio periodístico y los periodistas cuentan con el derecho ?y el deber? de tener una opinión determinada sobre los sucesos de la vida pública del país. ¿Acaso no dejaría de merecer el necesario respeto (y hasta carecería de la conveniente previsibilidad) un medio al que le diera lo mismo el derecho o el revés de las cosas, las políticas de un color o de otro y las buenas o las malas formas?
La opinión es libre, como dijo hace poco Cristina Kirchner, en una de sus pocas oraciones de aceptación de la libertad del otro. Con todo, el periodismo tiene algunos deberes junto con aquellos derechos. La información que sustenta su opinión debe ser veraz. El chequeo de las versiones es una práctica que jamás debe olvidarse y nunca debe prestarse a las detestables operaciones de prensa que el kirchnerismo frecuenta con más constancia que ningún otro grupo político. Honestidad personal y honestidad intelectual son los atributos que deben marcar el límite moral del periodismo. Es necesario también el cultivo de la coherencia: no hay nada más desconcertante para un lector desprevenido que un medio o un periodista que cambian sus opiniones en todas las esquinas de la vida.
En medio de ese debate, es perceptible la existencia de periodistas jóvenes que se preguntan si es conveniente coincidir con las opiniones de "la empresa" periodística en la que trabajan. Esto es nuevo y es viejo, al mismo tiempo. El kirchnerismo tiene una habilidad enorme para resucitar viejos fantasmas del pasado. Ese enredo muy antiguo entre la libertad de prensa y la "libertad de empresa" había dejado de existir hace más de treinta años.
Hagamos un ejercicio. ¿Por qué no cambiamos las preguntas? ¿Qué tiene de raro, por ejemplo, que un periodista concuerde con el medio en el que trabaja? ¿Acaso las empresas periodísticas no existen también gracias a la composición del buen periodismo? ¿Por qué esas empresas deberían tener, en los casos más notables al menos, intereses contradictorios con las mejores prácticas de la profesión? ¿No es preferible para este oficio de libertarios estar de acuerdo con un diario, donde pasamos parte de nuestras vidas, antes que con un gobierno de políticos pasteleros y fugaces?
La Argentina, en efecto, habita en el pasado. Ningún debate de los últimos meses ha llegado siquiera a la década del 80. ¿Qué hacía tal o cual periodista en 1976, 1977 o 1978? No hacíamos nada. Vivíamos bajo una dictadura y cada uno vivía de lo que podía y como podía. Sólo los que vivieron bajo el peso aplastante y gris de una dictadura saben que no había muchas más cosas para defender que pequeñas cuotas de dignidad. Hagamos de nuevo preguntas desde otro lugar: ¿acaso los únicos periodistas dignos fueron los exiliados o los que se comprometieron firmemente con organizaciones insurgentes de la década del 70? Esa sería, si fuera así, una conclusión injusta, discriminatoria e inaceptable. Otra cosa tan inaceptable como aquélla es la decisión política del Gobierno de cambiar la historia de cada uno de los que considera adversarios.
La síntesis ha llegado a la farsa: o se está con Kirchner o se estuvo con la dictadura.
Feas armas se han usado en los últimos tiempos. A muchos periodistas no les gusta ser protagonistas de esas emisiones de maldad que se emiten por canales oficiales o paraoficiales.
Es cierto que es difícil cuando la vida cambia y ya no se puede caminar con tranquilidad por la calle porque se está a la espera de una agresión verbal o física. Y es más arduo aún aguantar en silencio la insistencia de la calumnia y de la falsedad, repetida hasta el cansancio por los portavoces oficiosos del Gobierno.
Lo único bueno de todo esto es que no hay atajos: habrá que armarse de paciencia, sin resignar los derechos ni los deberes del periodismo. Asumamos también el riesgo de solitarios que corremos en la vía pública. Un periodista con custodia a su alrededor abandona automáticamente su condición de periodista. Dejemos las aparatosas custodias para que se pavoneen los funcionarios y algunos políticos.
Una vez le pregunté a Néstor Kirchner, en esos diálogos de los columnistas con los presidentes que son mitad reservados y mitad públicos, en tiempos en que los periodistas éramos como somos ahora y el ex presidente no había desenfundado un revólver permanente contra nosotros (sólo lo hacía de vez en cuando), cómo imaginaba su destino después del poder. No estaba preparado para esa pregunta. Miró el techo, demoró la respuesta y, al cabo de unos segundos largos como la eternidad, contestó: "Quisiera poder caminar tranquilo por la calle y que la gente común me saludara con un «buen día, doctor». No quiero más que eso". Tal vez dijo sólo lo que él creía que el periodista quería escuchar, como acostumbraba hacerlo, pero si entonces fue sincero ha decidido ahora llevarse por delante aquel proyecto, hasta incinerar su propia ilusión.
© LA NACION

noticias de babel

cuando los hombres dejan de entenderse sobrevienen las guerras



BBC
La última persona que hablaba la lengua Bo en las islas indias de Andamán, murió a la edad de 85 años, dijo a BBC una lingüista.
La profesora Anvita Abbi aseguró que la muerte de la señora Boa Sr es un hecho de importancia porque uno de las lenguas más antiguas había llegado a su fin.
Agregó que India perdió una "irremplazable" parte de su herencia cultural.
Los dialectos que se hablan en las islas Andamán se cree que se originaron en África.
Algunas tienen incluso 70.000 años de antigüedad.
Las islas son llamadas con frecuencia "el sueño de los antropólogos", ya que son una de las zonas del mundo con mayor diversidad lingüística.
Se acabó
La profesora Abbi –directora del portal en internet "Vanishing Voices of the Great Andamanese"- explicó: "Tras la muerte de sus padres, hace treinta o cuarenta años, Boa era la última persona que lo podía hablar".
Agregó que "estaba casi siempre sola y tuvo que aprender una versión de hindi que se habla en las islas para poder comunicarse con otra gente".
"Sin embargo, siempre tuvo muy buen sentido del humor… su sonrisa era muy fresca y sus carcajadas eran contagiosas".
La lingüista dijo que la muerte de Boa Sr es una pérdida para los científicos que quieren investigar más acerca de los orígenes de las lenguas antiguas, ya que perdieron una pieza vital del rompecabezas.
Hay una creencia general de que los idiomas que se hablan en las islas Andaman pudieran ser los últimos representantes de las lenguas que se hablaron en tiempos pre-neolíticos
Profesora Anvita Abbi
"Hay una creencia general de que los dialectos que se hablan en las Islas Andamán pudieran ser los últimos representantes de las lenguas que se hablaron en tiempos pre-neolíticos". Dijo la profesora Abbi.
"Se piensa que en las Islas Andaman estaban nuestros primeros ancestros", agregó.
El caso de Boa Sr fue destacado también por el grupo Survival International (SI).
"La extinción de la lengua Bo significa que una parte única de la sociedad es ahora sólo una memoria", dijo el director de SI, Stephen Corry.
"Enfermedades importadas"
La profesora Abbi dijo que dos dialectos de las Islas Andamán han muerto en los últimos tres meses y que esto es un tema que causa gran inquietud.
Los académicos han dividido a las tribus de Andamán en cuatro grandes grupos: los Gran Andamaneses, los Jarawa, los Onge, y los Sentineleses.

La profesora Anvita Abbi se hizo muy amiga de Boa Sr.
La profesora Abbi explicó que la mayoría de los habitantes de las Islas Andamán –con excepción de los Sentineleses-, han estado en contacto con indígenas "de tierra firme" y que por eso sufren "enfermedades importadas".
Dijo que los integrantes del grupo de los Gran Andamaneses son alrededor de 50, la mayoría niños, y que viven en la isla Strait, cerca de la capital, Port Blair.
Boa Sr formaba parte de esta comunidad, que está conformada por varias subtribus, en donde se hablan al menos cuatro lenguas.
Los Jarawa cuentan con alrededor de 250 miembros, y viven en la selva, en el centro de Andamán.
La comunidad de los Onge se cree que tiene no más de varios cientos.
"Nunca se ha establecido ningún contacto humano con los Sentineleses, y hasta el día de hoy, se han resistido a cualquier intervención foránea", agregó la profesora.
El destino de los Gran Andamaneses es lo que más preocupa a los académicos, porque los miembros de esa tribu dependen del gobierno indio para sus alimentos y alojamiento, y el alcohol se consume en grandes cantidades

brigid triple, poesía

brigid triple, poesía
belleza y no tanto

la canción desesperada

en pedo querido neruda, en pedo

La canción desesperadaEmerge tu recuerdo de la noche en que estoy. El río anuda al mar su lamento obstinado. Abandonado como los muelles en el alba. Es la hora de partir, oh abandonado! Sobre mi corazón llueven frías corolas. Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos! En ti se acumularon las guerras y los vuelos. De ti alzaron las alas los pájaros del canto. Todo te lo tragaste, como la lejanía. Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio! Era la alegre hora del asalto y el beso. La hora del estupor que ardía como un faro. Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego, turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio! En la infancia de niebla mi alma alada y herida. Descubridor perdido, todo en ti fue naufragio! Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo. Te tumbó la tristeza, todo en ti fue naufragio! Hice retroceder la muralla de sombra, anduve más allá del deseo y del acto. Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí, a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto. Como un vaso albergaste la infinita ternura, y el infinito olvido te trizó como a un vaso. Era la negra, negra soledad de las islas, y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos. Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta. Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro. Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos! Mi deseo de ti fue el más terrible y corto, el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido. Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas, aún los racimos arden picoteados de pájaros. Oh la boca mordida, oh los besados miembros, oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados. Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo en que nos anudamos y nos desesperamos. Y la ternura, leve como el agua y la harina. Y la palabra apenas comenzada en los labios. Ese fue mi destino y en él viajó mi anhelo, y en él cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio! Oh, sentina de escombros, en ti todo caía, qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron! De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste. De pie como un marino en la proa de un barco. Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes. Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo. Pálido buzo ciego, desventurado hondero, descubridor perdido, todo en ti fue naufragio! Es la hora de partir, la dura y fría hora que la noche sujeta a todo horario. El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa. Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros. Abandonado como los muelles en el alba. Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos. Ah más allá de todo. Ah más allá de todo. Es la hora de partir. Oh abandonado!
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aunque nunca llegue, parís, aunque nunca mire tus calles

aunque nunca llegue, parís, aunque nunca mire tus calles
buscando la excelencia, pero la verdadera no la que los que ya sabemos hacen todo trucho

juan cruz y mario paz III (junior)

juan cruz y mario paz III (junior)
custodios de aghartapaz; jugando

juan cruz en el pueblo donde lo bautizaron, con javier y candela

juan cruz en el pueblo donde lo bautizaron, con javier y candela
en san lorenzo hoy

candela y maría belén; blogs

candela y maría belén; blogs
cuarta y quinta generación desde que podemos saber algo de dónde venimos

candela y maría belén y mariano

candela y maría belén y mariano
grande y chico; como el marqués de SADE

juan cruz en la quebrada de san lorenzo

juan cruz en la quebrada de san lorenzo
pago donde nací es la mejor querencia

historias de camas

de diament

MIAMI.- Admitámoslo: si Hollywood hubiera tomado la historia del gobernador Mark Sanford y la hubiera llevado a la pantalla con Richard Gere y Julia Roberts, la gente habría necesitado una toalla para secarse las lágrimas.
¿Qué puede ser más conmovedor que una historia de amor alocado? El adusto gobernador de un estado igualmente adusto, casado con una mujer a cuya fortuna le debe su carrera, con cuatro hijos que puestos en fila trazan una perfecta diagonal, inesperadamente flechado por una porteña de ojos verdes.
¿Cómo contener el palpitar del corazón mientras escucha, como un murmullo distante, el parloteo de sus asesores? ¿Cómo desprenderse de las imágenes que obstinadamente se apoderan de su mente, desplazando cualquier otro pensamiento? Ella es el amor imposible, sí, pero también es el amor.
¿Quién puede sobreponerse al intenso aguijoneo de los recuerdos, a la memoria de la tierna sensación de sus besos, de la sensual curva de sus caderas, al contorno de sus pechos resplandeciendo en la penumbra?
¿Qué espíritu romántico podría dejar de admirar la osadía del gobernador de levantarse un buen día del sillón de su despacho, de la mesa cubierta de anteproyectos y decretos a la firma, de pliegos de presupuestos deficitarios e informes sobre seguridad interior, y dejarlo todo para correr hacia ella?
No le dijo nada a nadie. Nadie supo dónde estaba. Uno de sus asesores insinúa que el gobernador, agobiado por la presión de su trabajo, se ha ido a escalar las montañas Apalaches, como solía hacerlo cuando era chico.
Pero él está en otro lado, volando hacia una Buenos Aires invernal, sucia, intoxicada de debates sobre las inminentes elecciones.
Nada de esto lo amilana porque sabe que al final de ese purgatorio están las calles arboladas del barrio de Palermo, la puerta de cristal, la escultura en el vestíbulo de entrada, el portero somnoliento que baldea la vereda, el ascensor demasiado moroso y, finalmente, ella.
La cama retiene aún el calor de la noche y él se pierde en sus brazos, en sus labios, en el revuelo de su pelo y en las medias palabras que se emiten en el ardor de la pasión.
El amor, aunque efímero, ha triunfado. Mañana no importa. No importan la pretenciosa moralina de los periodistas, los desdeñosos comentarios de políticos rivales, el escándalo, la traición, el precipicio que se abre a sus pies. Nada de eso importa. El corazón ha triunfado.
Lástima que la realidad no tenga la armonía de la ficción literaria. Lástima que haya personajes tan perversos que sean capaces de apoderarse de un intercambio íntimo de correos electrónicos entre amigos y pasárselos anónimamente a la prensa. Lástima que hubo un periodista advertido esperándolo en el aeropuerto de Atlanta. Fin del encantamiento
Pero él no tiene derecho a lamentarse. Después de todo, cayó en el mismo error, debe reconocerlo, cuando cuestionó la "legitimidad moral" de Bill Clinton por su affaire con Mónica Lewinsky y reclamó su juicio político, o cuando criticó a un colega con una historia similar a la suya, diciendo que "violó el juramento a su esposa".
En este punto es donde Richard Gere desaparece y Mark Sanford retoma su rol. Aquí es donde el encantamiento se esfuma y lo que reaparece es la descarada institución del arrepentimiento político.
El gobernador hizo su mea culpa , como antes de él hicieron otros políticos. Las mismas palabras, la misma admisión de haber traicionado a todo el mundo. A su mujer, a sus hijos, a sus amigos, al electorado. Las conferencias de prensa son el confesionario de los funcionarios pecadores. Todo fue un desatino, una pérdida temporaria de la razón. El amor no importa. El corazón es un embaucador. Ahora lo comprende. Lo que importa es la misión, la fe religiosa, los deberes del funcionario.
Hubo otras desprolijidades, es cierto. El viaje anterior a la Argentina pagado con fondos públicos, el abandono de su función, el engaño respecto de su paradero. No exactamente la clase de comportamiento que uno esperaría de Richard Gere. Pero él se propone enmendar las faltas, reponer el dinero, ganar la absolución de su esposa, recuperar la confianza del público.
¿Qué pensará María, a solas en el departamento de Palermo, mirando a su amigo pedir perdón por televisión? ¿Pensará también que al amor es lo de menos?

antecedentes para la fundación de agharta

ADN, derechos y ácido.
No hay que saber mucho de derechos para darse cuenta que la intimidad es la intimidad y que ninguna ley modificará desde afuera semejante entidad de la condición humana, y que los que no lo tengan claro pueden cometer errores como privar de la libertad a alguien por su aspecto de hippie en desgracia como era para cualquier argentino en la década esa. La intimidad es la intimidad, y no está bueno retrotraer iniciativas parecidas a las de los setenta y obligar a alguien en forma directa o indirecta para averiguar su ADN por caso, porque si no hay lesión a la libertad del otro la intimidad es integridad y la estatura de la propia probidad es primero una decisión individual y privativa no de un tercero por más que se interponga una loable causa, la intimidad es dignidad y la contrición la vergüenza y la sobriedad son instintos independientes y se encuentran en una frecuencia diferente a la apreciación por parte de un tercero del propio honor o del destructivo deshonor, la intimidad es identidad, y en su forma de elección equivocarse por cuenta propia también es anterior a cometer errores por interpósitas personas, más aún más si la averiguación está impregnada de algún ácido rencor del tercero en discordia.